JUEGOS Y JUGUETES, la visión de un artesano ceramista

 TALLER DE JUEGOS


JUEGOS Y JUGUETES, la visión de un artesano ceramista

Los niños y niñas se han divertido con juegos y juguetes desde el mismo inicio de la humanidad pues, entre otras cosas, imitar a los adultos aúna juego y aprendizaje, dos aspectos de la cultura que han estado vinculados en todas las sociedades incluso hasta nuestros días.

El juego y el juguete son una actividad y un objeto inherente en la humanidad, especialmente en los más pequeños. Desde que el ser humano adquirió conciencia, las distintas necesidades de recreación, imitación o aprendizaje se hicieron parte de su desarrollo.

Debemos tener en cuenta que, durante mucho tiempo los niños y las niñas, al igual que las mujeres adultas, eran invisibles en la interpretación arqueológica en una ciencia dominada por los hombres, sus formas de pensar y sus sesgos lo que provocaba que un artefacto prehistórico hubiese pertenecido a un niño no entraba en su forma de mirar el registro arqueológico.

Así pues, si aceptamos que desde hace decenas de miles de años, los niños y niñas también se divertían con juguetes, ¿cómo eran éstos y por qué es tan difícil encontrarlos?

Para jugar, niñas y niños utilizaban los materiales que estaban a su alcance para divertirse, explorar su curiosidad o tratar de imitar situaciones, seres vivos o cualquier objeto de su entorno inmediato.

Así se formarían pequeñas réplicas de utensilios, armas y figuras de animales o personas. Según una investigación de 2018 publicada en la revista especializada Journal of Current Anthropology, durante décadas, los arqueólogos consideraron que cada uno de los objetos hallados que por su tamaño o composición no poseían una función utilitaria evidente, eran elementos utilizados en rituales de comensabilidad, muerte o en relación con el mundo de la magia, ignorando la posibilidad de que fueran juguetes infantiles.

Por su parte, el juego sin más, donde se utilizan elementos de control del mismo pero que no son exactamente juguetes como tal, el abanico es más disperso y difícil de interpretar.

Los juegos también sirven como aprendizaje y entrenamiento y en los juegos que se basaban en la representación de actividades, como la caza, por ejemplo, los tableros debían representar el terreno donde se ejecutaba esta actividad y pequeñas figuras representaban a los cazadores y cazadoras y a las piezas a cobrar.

Algunos de los juegos que han llegado hasta nosotros desde un pasado más reciente, tienen la misma finalidad: simular actividades cotidianas que, en el caso de niños y niñas, estaban fuera de su alcance. Komikán, la liebre y los perros, el ajedrez o sus versiones nórdicas como el Tablut no son, sino representaciones de la caza, el uso de armas y las tácticas guerreras.

Los juegos de azar y las carreras, también han sido representados desde antiguo para adultos y no existe registro arqueológico que lo impida en la edad infantil. De hecho, existen tumbas con pequeños objetos que podrían ser juguetes o juegos utilizados en la corta vida del niño o niña allí enterrados.

Dados, canicas, discos de arcilla que aparecieron en yacimientos datados en un milenio antes de nuestra era. En este último caso cada disco es del tamaño de un botón grande y cuenta con dos perforaciones que permiten hacerlo girar al atar los extremos con cuerdas, Si tienen dibujos simulan el movimiento de los mismos, otros crean un potente zumbido y el juego podría consistir en conseguir el tono más alto.

Muchos de estos juegos y juguetes, han llegado de una forma o de otra hasta nuestros días cuando la potente industria del juguete ha actualizado la memoria arqueológica para los más antiguos y la memoria oral para los de nuestros abuelos y abuelas.

Nuestro Espacio, en colaboración con el Museo de Juegos Tradicionales de la AC la Tanguilla, está recuperando estos juegos milenarios, armonizando la cultura y las prácticas milenarias con diseños vanguardistas y técnicas artesanas, aprovechando el saber de nuestros antepasados y las ventajas y comodidades de las nuevas tecnologías.

José Palacio
Espacio A Cántaros

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